El profesor Pablo Largo cautivó al auditorio del ITVR en la tarde de ayer, cuando se iniciaba el ciclo ‘Los Jueves del ITVR’ con una conferencia brillantemente impartida sobre el Concilio de Nicea, acontecimiento fundacional que marcó la identidad doctrinal de la Iglesia. Así, bajo el título ‘¿Por qué es importante el concilio de Nicea?’, el misionero explicó por qué aquel encuentro de obispos convocado por el emperador Constantino en el año 325, sigue siendo fundamental. “El concilio de Nicea fue un acontecimiento nuevo, insólito, en la vida eclesial. Representa, por así decir, un salto cualitativo respecto a los sínodos precedentes”, explicó el religioso. Las razones para ello no pasaron sólo por la definición de la naturaleza del Hijo de Dios que allí se determinó, sino porque además Nicea sentó las bases para la unidad de la comunidad cristiana, sus prácticas litúrgicas y su inserción en la vida pública.
Claves históricas y teológicas
Largo describió el contexto histórico en el que tuvo lugar la reunión de obispos de Oriente y Occidente y la importancia de que el propio Constantino asumiera el papel de “obispo de los asuntos de fuera”, facilitando todos los recursos imperiales para asegurar la presencia y seguridad de los participantes. Seguidamente abordó especialmente la figura de Arrio, cuya argumentación sobre un Hijo subordinado al Padre y no consustancial fue el detonante de las discusiones y del posterior anatema. Así, el profesor desgranó el término ‘homooúsios (consustancial), explicando su significado teológico: “Quiere decir que el Hijo pertenece al ámbito propiamente divino y que tiene el mismo rango divino que el Padre, que no es un segundo Dios, de categoría inferior”, aclaró el claretiano y anterior director de nuestra Escuela Regina Apostolorum (ERA).
Y quiere decir, en la interpretación de Atanasio, aquel joven diácono que acompañaba a su obispo Alejandro, “que del Hijo se puede predicar todo lo que se predica del Padre, excepto el nombre, título o designación de Padre. Esto significa que el Hijo es Dios, que es Señor, que es Luz, que tiene poder para perdonar los pecados, al igual que el Padre, que es coeterno con él, y así sucesiva e indefinidamente”, continuó.
Proyección y actualidad
El núcleo de la conferencia giró en torno a la relevancia del Concilio de Nicea para la transmisión y recepción de la revelación. El profesor Largo insistió en que Nicea fue mucho más que un episodio doctrinal; marcó el inicio de una conciencia eclesial universal, planteando desafíos hermenéuticos vigentes sobre la interpretación de la Escritura y la articulación entre tradición y magisterio. En Nicea se dilucida que “el Hijo de Dios se hace humano para hacernos divinos”. “El que pertenecía al ámbito divino se adentró en nuestra condición de esclavitud bajo los poderes cósmicos para liberarnos de esos poderes. Imprime su forma de Hijo en nosotros y nuestra humanidad deforme queda conformada con él”. Por tanto, “teología y economía están imbricadas”, concluye el experto. Por otra parte, Nicea también fue señalado como hito ecuménico: su símbolo de fe sigue uniendo, en torno a su formulación, a todas las Iglesias y comunidades cristianas del mundo. “La doctrina del concilio es piedra miliaria al servicio de la recta fe y su símbolo es normativo para la comunidad eclesial”, abundaba el religioso.
Debate y legado
La exposición abordó el debate entre fidelidad y renovación, señalando cómo Nicea zanjó la crisis arriana y creó un paradigma que aún inspira a la teología contemporánea: el dogma nunca es un corsé irrestricto, sino el punto de partida para nuevas búsquedas de sentido y la respuesta a los desafíos culturales y filosóficos de cada época. “Nicea cierra y abre. Pretende zanjar una cuestión y a la vez prepara y estimula o incluso reclama nuevos avances, dada la realidad divina sobre la que se pronuncia y dado también la limitación de nuestro saber y lenguaje. El símbolo está abierto a ulteriores esclarecimientos”, explicaba el P. Largo. Al final, el profesor invitó a “hacer memoria” de Nicea, reivindicando su sentido de comunión, de búsqueda de la verdad y de apertura al diálogo ecuménico y cultural.