Es siempre motivo de alegría estar con ustedes, que han consagrado la vida al Señor y se dedican a verle y servirle en los hermanos, principalmente en los más necesitados.
14 de Abril de 2009
Queridos hermanos y hermanas
1. Es siempre motivo de alegría estar con ustedes, que han consagrado la vida al Señor y se dedican a verle y servirle en los hermanos, principalmente en los más necesitados.
A todos y a cada uno de los presentes un saludo afectuoso y la bendición de Su Santidad Benedicto XVI, que humildemente represento en España.
En este momento deseo agradecer al P. Luis Alberto Gonzalo Díez, cmf., la amable invitación a participar en esta trigésima octava semana Nacional de Vida Religiosa.
2. En la gloriosa historia de vuestras congregaciones tenéis tantos hombres y mujeres que, imbuidos de un amor apasionado por Cristo y movidos por una voluntad valerosa, anunciaron el mensaje del Maestro Divino y el amor al Dios viviente por todos sus hijos, independientemente de la raza, del color u del lugar donde se encuentran.
3. “El que quiera servirme, que me siga” (Jn 12,26). Seguimiento del Señor Jesús y servicio son dos palabras y dos realidades que se insertan muy naturalmente en el encuentro que en estos días les convoca. Estas realidades les son ya familiares y cercanas. La formación y experiencia adquirida en el curso de vuestros estudios y trabajos, insertos en los temas que desarrolláis en este encuentro, serán muy útiles para la vida de vuestras comunidades y para servir a los hermanos.
Para todo cristiano, el amor que sale de sí y se traduce en obras de caridad, es una exigencia del corazón, una Ley más allá de todo mandato. La plenitud de una vocación a un servicio generoso y desinteresado como es la que vosotros habéis recibido, encuentra en esta intimidad con el Señor Jesús, en lo profundo del corazón, su justificación más sólida. Nada, queridos hermanos, podrá sustituir, ni ocupar el lugar del corazón que, por la vocación que habéis recibido, el Señor se ha reservado para sí. Os corresponde velar y cuidar con diligencia este don recibido, de forma especial con la oración fiel y perseverante.
No hace mucho, Su Santidad Benedicto XVI se dirigía en una Carta a su diócesis de Roma, transmitiendo a todos su preocupación y sus orientaciones para afrontar el reto de la educación a las nuevas generaciones. Afirma Benedicto XVI que educar jamás ha sido fácil y nos parece cada vez más difícil. Da la impresión de que se terminan nuestros esfuerzos para formar personas sólidas capaces de dar un sentido a su vida. Por ellos es fuerte entre los educadores la tentación de renunciar; es más, existe el riesgo de no comprender ni siquiera cuál es la misión que les ha sido confiada.
Ante esta situación, sigue diciendo el Papa; ¡no tengáis miedo! Las dificultades no son insuperables. Son la otra cara del grande y valioso don que es nuestra libertad, con la responsabilidad que juntamente implica. Hoy aumenta la exigencia de una educación que sea verdaderamente tal. Quien cree en Jesucristo posee un motivo ulterior y más fuerte para no tener miedo, pues sabe que Dios no nos abandona y cuenta con nuestras debilidades para ofrecernos una nueva posibilidad de bien.
4. Por intercesión de nuestra Madre Santísima, pedimos al Señor que haga que muchos hombres y mujeres sepan percibir también hoy la invitación de su Hijo: “¡Sígueme!”.
Que el Señor les bendiga hoy y siempre
Madrid, 14 de abril de 2009
Mons. Manuel Monteiro de Castro
Arzobispo titular de Benevento
Nuncio Apostólico de España e Andorra