La tarde de ayer, cuando la Iglesia celebraba con rango de memoria obligatoria a los 2.053 mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España que están ya en los altares, el P. Jorge Ruiz Aragoneses, misionero claretiano, pronunció en el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR) su conferencia ‘Escandalosamente vivos’, tal y como estaba programada en el reconocido ciclo 'Los Jueves del ITVR'. Así, ante un auditorio expectante, congregado tanto presencialmente en los salones de nuestro centro como en las conexiones telemáticas, el conferenciante exploró la experiencia del martirio, su vigencia en la espiritualidad contemporánea y su vínculo clave con la identidad cristiana.
Esencia y escándalo
Ruiz Aragoneses abrió su intervención subrayando que el martirio no es un elemento marginal o excepcional en la historia cristiana, sino la matriz teológica que ha forjado la fe desde sus orígenes. “La Iglesia nunca ha dejado de ser martirial”, apuntó al tiempo que recordaba cómo, en los primeros siglos, la sangre de los mártires selló la doctrina y consolidó una identidad cristiana arrancada en la esperanza, incluso frente a la muerte.
Para el misionero claretiano, el escándalo de la cruz de Cristo permanece vigente, confrontando toda cultura y sensibilidad con la paradoja de un Dios que elige la debilidad, la pasión y el sufrimiento por amor supremo. “Ser cristiano implica asumir el dolor y, aún más, descubrir en el martirio la fuerza y la sabiduría de Dios que desafía toda lógica humana”, destacó ante los asistentes.
Radicalidad del testimonio
El ponente delineó la historia del martirio en los siglos I-III, mostrando cómo las persecuciones, lejos de debilitar a las comunidades cristianas, las hicieron crecer en número y excelencia espiritual. Así, el misionero lanzó el interrogante de si hubiera sido posible Nicea -marco histórico que dio el contexto de su charla- y, por ende, la identidad cristiana, sin el martirio en los primeros compases de la Iglesia. Citando a Tertuliano, refirió su célebre frase, -“¡Semilla es la sangre de los cristianos!”-, y comentó que los mártires nunca pertenecieron a movimientos políticos, sino que fueron testigos radicales, incluso en medio del dolor y la persecución. Reivindicando la altura moral y la novedad de la comunidad cristiana primitiva, el religioso apuntó que “el bautizado no es un revolucionario violento, sino alguien que celebra el don de la gracia en medio del sufrimiento y resiste con esperanza, abriendo horizontes de sentido para toda la Iglesia y la sociedad”.
Virtud y esperanza
Uno de los momentos más relevantes de la conferencia fue la ampliación del concepto de martirio, más allá del derramamiento de sangre: “El martirio cristiano es también el testimonio cotidiano, una opción consciente de excelencia en la fe, la esperanza y la caridad”, manifestó el claretiano. Y a renglón seguido, introdujo que el cambio que trajo el Edicto de Milán y el freno que éste supuso respecto de las persecuciones, abrió camino al monacato, “germen de lo que luego conoceremos como vida consagrada”, un nuevo modelo que encarna el ideal de la radicalidad evangélica y el ejercicio de las virtudes cristianas en la vida diaria.
Un desafío actual
En este año jubilar de la esperanza, el Prof. Ruiz Aragoneses propuso contemplar a los mártires como a aquellos que son capaces de transformar la herida y la vulnerabilidad humana en fuente de sentido y testimonio de reconciliación. “Nuestros mártires pueden ser maestros en esta sociedad anestesiada, pues para nuestros contemporáneos –y quizá también para nosotros mismos– sea escandaloso venerar una vida que asuma el sufrimiento y encuentre en él una oportunidad de sentido, pero lo es: se trata de optar por vivir escandalosamente vivos”, interpeló.
Y así, para concluir, el claretiano invitó a los presentes a vivir “afirmando con rotundidad que es posible dejar al Misterio habitar nuestro límite”, buscando en el martirio no solo una memoria piadosa, sino un horizonte válido para la vida consagrada de hoy. “Permitamos al Misterio que vuelva, de nuevo, a abrazar las regiones de sufrimiento, de dolor y de tristeza que todos transitamos. Esta propuesta siempre será novedosa, porque es eterna”, concluyó.








