
La teóloga y artista madrileña Silvia Martínez Cano, profesora de la Universidad Complutense, fue invitada a compartir su conferencia en la tarde de ayer, 23 de octubre, en una nueva sesión del ciclo ‘Los Jueves del ITVR’, organizado por esta casa. Su exposición, titulada ‘Visiones de la Trinidad. De Nicea a las provocaciones artísticas de nuestro tiempo’, trazó un recorrido apasionante por la evolución del arte sagrado y su diálogo con la teología.
Del símbolo al diálogo cultural
Martínez Cano partió del Concilio de Nicea, donde se establecieron los primeros cimientos doctrinales sobre la Trinidad. A partir de ese momento, el arte cristiano comenzó a representar lo inefable, “el Dios trino, uno y diverso”. En los mosaicos bizantinos, los iconos medievales y las miniaturas litúrgicas se configuró una visualidad teológica marcada por la unidad y la jerarquía divinas. Sin embargo, la autora recordó que cada imagen es hija de su tiempo. “El arte sagrado, —sostenía Martínez Cano—, no solo expresa la fe, sino también la cultura visual que la sostiene”. “Toda representación del Misterio trinitario es ya una interpretación”, enfatiza, recogiendo la idea rahneriana de que el arte puede ser un lugar teológico donde se manifiesta la autorrevelación de Dios.
De la iconografía tradicional a la pluralidad visual
El recorrido artístico que propuso Martínez Cano se adentraba en las metáforas clásicas de la Trinidad, desde la Hospitalidad de Abraham, reinterpretada por Rublev, hasta el Trono de Gracia medieval, pasando por ejemplos contemporáneos como el mural del brasileño Claudio Pastro o las esculturas simbólicas de Nicholas Mynheer.
La profesora subrayó el desplazamiento que el giro visual de las últimas décadas ha producido: “El arte ya no solo ilustra la fe, sino que la interroga”. En su lectura teológica, las nuevas formas artísticas —performances, instalaciones o abstracciones simbólicas— amplían la experiencia religiosa más allá de los confines de los templos hacia el espacio cultural, “donde lo popular, lo digital y lo cotidiano se entrelazan”, señaló.
La Trinidad en tiempos de pluralidad
La teóloga hizo constar que los artistas actuales dialogan con un mundo culturalmente diverso y teológicamente polifónico. “Hoy, Dios se representa en femenino, en clave poscolonial, en la alteridad cultural”, explica. Obras como The Holy Trinity del indio James A. Thamburaj, que une los mudras hindúes con la simbología cristiana, o las composiciones del religioso claretiano Maximino Cerezo Barredo, donde la Trinidad abraza al pueblo, ilustran esta apertura intercultural.
Martínez Cano explicó esta pluralidad como una actualización del principio de perijóresis —la danza circular del amor divino—. Citando a la teóloga Elisabeth Johnson, la experta interpreta la Trinidad como una danza de sabiduría que invita a toda la creación a participar en su movimiento. Así, la representación de Dios se convierte también en una llamada ética y estética: danzar con el mundo desde la comunión y la diversidad.
Entre la trascendencia y la provocación
La conferencia abordó también las provocaciones del arte contemporáneo, que muchas veces ponen en crisis las imágenes tradicionales. Martínez Cano no rehúye de ellas, antes bien, son consideradas por la profesora como parte del ejercicio creyente de buscar analogías siempre nuevas para un Dios semper maior. En su lectura, la iconoclasia moderna o las abstracciones radicales de artistas como Makoto Fujimura o Kim En Joong no anulan lo divino, sino que lo desplazan hacia el terreno de lo invisible y lo inefable. “La fe no teme a la ambigüedad artística; en ella se transparenta lo trascendente”, señaló. Para la teóloga, el arte religioso contemporáneo no pretende definir a Dios, sino “abrir el espacio del asombro”.
Un arte que reza
Martínez Cano concluye que, desde Nicea hasta el presente, la producción artística específicamente religiosa ha transitado de la uniformidad doctrinal a la diversidad simbólica, o dicho de otra manera más sencilla, “del dogma al diálogo”. Hoy, el arte —dinámico, comunitario y ambiguo— sigue siendo un acto teológico.
“Representar a la Trinidad es siempre un gesto de comunión, un intento de decir con las imágenes lo que las palabras no alcanzan. Es el arte que reza”, concluyó la experta en una conferencia brillantísima que supo combinar la reflexión teológica con un espacio para la experiencia estética. Una invitación a mirar el arte religioso no como una reliquia del pasado, sino como un campo vivo donde Dios continúa revelándose en el color, el gesto y la materia.








