En este mundo de e-mails y sms, o dicho en castellano, de mensajes de correo electrónico y mensajes entre teléfonos móviles, las cartas están de capa caída. Ya casi no se escriben ni las de los Reyes Magos, diluidas en el mundo de los Papás Noeles y demás tradiciones importadas.
17 de abril de 2009
En este mundo de e-mails y sms, o dicho en castellano, de mensajes de correo electrónico y mensajes entre teléfonos móviles, las cartas están de capa caída. Ya casi no se escriben ni las de los Reyes Magos, diluidas en el mundo de los Papás Noeles y demás tradiciones importadas.
Pues viene ahora el ITVR a hablarnos de cartas, y a entregarnos cartas. Quisiera verlo como una invitación a salir del vértigo de nuestro mundo informatizado y automatizado y recuperar algunas de las prácticas de antaño, cuando escribíamos a mano y poníamos un sello humedeciendo su reverso con la lengua… (¿quién no recuerda el sabor a goma de la solapa del sobre?).
En paralelo con esto también podemos pensar, por qué no, que se trata de una invitación a recuperar un aspecto originario, un elemento básico de nuestro ser cristianos y cristianas, de nuestra consagración, de nuestra vida de discípulos y discípulas de Jesús: las cartas de Pablo.
Todos hemos bebido (y seguimos haciéndolo) de la espiritualidad de nuestros Fundadores o Fundadoras, de los documentos carismáticos de nuestra Congregación,… pero siempre teniendo como fondo, como base, la Palabra de Dios.
Pues bien, esta semana estamos leyendo, contemplando, meditando, aprendiendo a querer un poco más una parte importante de la Palabra de Dios: la obra de San Pablo, sus cartas.
Y, como mencionábamos antes, el ITVR tiene incluso la pretensión de actuar como una oficina de correos, y nos entrega las cartas, haciéndonos caer en la cuenta de que están dirigidas a nosotros, personalmente a cada uno.
Pero no sólo eso: nos invitan a asimilar de tal manera el contenido de las epístolas que nos convirtamos también nosotros en cartas vivas, enviadas por Dios, con la mediación de San Pablo, de nuestro carisma, de nuestra propia historia personal. Cartas llenas de audacia, de fe, de amor ardiente, de verdad, como las que estamos recorriendo estos días. Cartas dirigidas, cómo no, a personas concretas, con nombres y apellidos, que Dios pone en nuestro camino.
Gracias por prestaros a ser cartas. Gracias por demostrar, con vuestra presencia y vuestra participación, que la Vida Religiosa no se conforma con lo que es, que quiere avanzar en el camino del seguimiento, del compromiso, de la opción por los más necesitados. Gracias porque ya sois cartas vivas, portadores de esperanza, para cuantos necesiten un testimonio de la presencia del Amor de Dios entre nosotros.
Gracias también a mis hermanos del ITVR y de la comunidad de Buen Suceso que cada año se desviven por que estas Jornadas sean no sólo una ocasión de encuentro y formación, sino también un impulso para que seamos cada día más fieles a la vocación recibida.
Manuel A. Tamargo, cmf