(fuente: www.claretianos.es)
“Desde el Instituto Teológico de Vida Religiosa, quisimos organizar precisamente para nosotros, religiosos, este breve curso online con la intención de evocar el legado de un Papa que, también consagrado, nos ha dejado una gran herencia”. Con estas palabras, el P. Antonio Bellella, director del ITVR, daba inicio en la tarde del lunes 23 de junio, al comienzo del verano, esta serie de cuatro intervenciones -dos reflexiones y dos testimonios- que durante dos días desgranaron el regalo que tanto eclesiológica como espiritualmente ha supuesto el pontificado de Francisco.
De tal modo, tras la intervención de Xiskya Valladares, Mons. De las Heras recordaba cómo “en todas las ocasiones [que pude coincidir con Bergoglio], ya fuera un breve saludo o un tiempo más prolongado de encuentro, su acogida cordial, paterna, amigable ha sido el tono predominante del papa Francisco. Ante las dificultades que le planteaba él siempre respondió con esperanza”.
“Personalmente he aprendido de él a vivir en medio del pueblo santo y fiel de Dios”, se sinceraba a renglón seguido. Y en este modo de ser Iglesia, el prelado destacaba “la alegría de sus exhortaciones: del evangelio, de la familia, de la santidad, de Cristo vivo; la alegría de la querida amazonia, del compromiso ante la crisis climática, de la confianza… La alegría igualmente de sus encíclicas: alegría de la luz de la fe, de Laudato Si’, de Fratelli tutti y la alegría de Dilexit nos que mañana será tratado en este curso, que la alegría del amor que inicia Dios con el ser humano por Cristo”.
“El papa Francisco comunicó en diferentes reuniones con superiores y superioras generales que la nota que caracterizaba a la vida consagrada era la profecía. Podemos desentrañar su legado para la vida consagrada desde esta perspectiva” remarcó el claretiano. Así, para el religioso, en su nuevo modo de ser Iglesia “nos ha ofrecido un nuevo modo de ser vida consagrada que bien puede dibujarse en cinco claves proféticas”. Y enumerando una a una, la primera fue la ‘profecía de la alegría’, que “surge del encuentro con Cristo en la vida consagrada”. La segunda clave profética hablaba de la cercanía y la comunión. “Pues si nos acercamos y entendemos a la gente, si conocemos sus sufrimientos y sus preocupaciones, si vivimos nosotros la esperanza fundada en quien confiamos, podemos contagiarla más de lo que imaginamos”. Además, en este ámbito, “la profecía se extiende hasta la comunión”.
La tercera clave reside en la esperanza. “Francisco nos pidió que, fieles a nuestra identidad profética, despertáramos al mundo. Y, por tanto, que fuéramos centinelas, es decir, que viviéramos vigilantes”. La cuarta clave residía, a ojos del prelado, en la obediencia y el diálogo; es decir “profetas de las decisiones consensuadas, conjuntas. Profetas de los discernimientos comunitarios, que, después de conocer cómo se hacen, se aprenden a hacer haciéndolos. Profetas que denuncian las decisiones egoístas, que solo tienen en cuenta intereses particulares. Profetas, por tanto, que propugnan las decisiones a favor del bien común en cualquier parte”. Por último, la clave profética de la misericordia: “Con mirada interior y exterior los profetas de la misericordia anuncian y testimonian la alegría y el perdón. Las heridas y las miserias, curadas o en proceso de sanación, son motivo de fiesta por el abrazo misericordioso del Padre, fuente de alegría, de serenidad y de paz”, concluyó.