¡Gracias Santo Padre, Misionero de la Paz!
En su primera aparición, desde la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro, León XIV esbozó un programa para su pontificado que se sintetiza en términos tan sencillos como misión, paz, sinodalidad, tender puentes, caminar como Iglesia peregrina hacia la patria verdadera. Expresó asimismo su vínculo con el Papa Francisco relacionando su primer mensaje como Pontífice con las últimas palabras que pronunció su predecesor en la mañana de Pascua del pasado 20 de abril: la bendición de Dios y la paz del Resucitado para la Iglesia y el mundo.
León XIV es un hombre de cualidades extraordinarias que lleva a sus espaldas una larga experiencia humana y religiosa. Tiene también en su haber la garantía de haber prestado un servicio eclesial múltiple, fiel y cualificado. De origen estadounidense, nacido en el seno de una familia formada por personas procedentes de distintas naciones; miembro de la Orden de San Agustín, de la que fue Prior general durante 12 años; ha sido misionero en Perú y Obispo de Chiclayo, obtuvo la nacionalidad peruana; prefecto del Dicasterio para los Obispos. Llega a la Sede de Pedro como un hombre de al menos tres continentes; es pues un buen conocedor de la vida y la tradición eclesial.
Como hijo de San Agustín prometió «ser cristiano con nosotros y obispo para nosotros». A su lado, la vida consagrada seguirá caminando en pos de Jesús, siendo en medio del Pueblo de Dios una levadura misionera y discipular; y como esa pizca de sal que, anunciando el Evangelio, se llena de sabor para dar nueva vida al mundo.